lunes, 25 de enero de 2016

El atrapador de nubes

Se subía a un perigallo con una pértiga de almez en la mano en cuyo extremo amarraba un capazo de esparto, de esos de recoger fruta. Y así pertrechado aguardaba pacientemente el paso de alguna nube. Recogía cúmulos, estratos, cirros, brumas. Luego las desmigajaba, las olía, las manoseaba ―acariciaba― y las dejaba cuidadosamente en el arroyo. Sabía que una mañana volverían a ser nubes. 

Aquel día de tormenta alzó el perigallo entre la lluvia torrencial y el granizo, y cuando escampó ―el arco iris― no se lo veía, ni a él, ni la pértiga, ni el capazo. Había desaparecido entre truenos y relámpagos.

Un día despejado llovieron hebras de esparto y astillas de almez, pero nadie se dio cuenta.

(Foto: cumulonimbo y ramilla de araucaria asomándose)

lunes, 18 de enero de 2016

Abrires


Vagaba a oscuras;
ni luz ni camino. 
Sin yo ni mí. 
Tu pie tocó en la sombra.
Y la luna se abrió
pa caminar conmigo.

(Foto: eclipse de luna en Campoamor, Alicante)

El silencio de una guitarra

Ha muerto Gleen Ferry, uno de los componentes de Eagles, aquel grupo irrepetible. 
Todo está dicho de ellos. 
Para mí, su Hotel California es lo más de lo más. Y el dúo guitarrero final, que se extiende sobre los dos últimos minutos y pico, lo he escuchado tantas veces que conozco todos su giros, sus inflexiones, sus agudos, sus tonalidades. Lo podría tararear (de hecho lo tarareo), silbar (de hecho lo silbo) incluso gritar (de hecho lo grito, para desesperación de la vecina). 
Aquí dejo su vídeo, por si alguien se quiere pasar por la barra a tomar un tequila. 
Yo invito.

lunes, 11 de enero de 2016

Acostarme contigo

En estas fechas post-navideñas siempre hacemos propósitos para el año que comienza: leer más, ir al gimnasio, llamar a esa compañera de colegio que hace un siglo no vemos, pasar más tiempo con nuestros hijos, ir al teatro, yo qué sé. 

Yo en el año 2016 tengo un propósito: acostarme contigo. No, no te hagas ilusiones, los hombres en cuanto os hablamos de acostamientos os ponéis insoportables. No es lujuria, ni ando necesitada, ni en celo, ni me fascina tu mirada o tu forma de caminar o tu bmw azul, no eres mi modelo sexual de hombre, no me pones, aunque tienes un pasar. Así que vuelve a abrocharte el cinturón. 

Me refiero a acostarme contigo en uno de los sentidos que le da nuestro diccionario a esa palabra: arrimar nuestros costados. El arrimamiento puede consistir simplemente en estar juntos de pie un rato, en paralelo, de modo que mi costado derecho esté arrimado a tu costado izquierdo, o viceversa. No, vestidos. O en bailarnos una yenka, izquierda, izquierda, derecha, derecha, aquel baile frontal y asexuado. Aunque, puesta a elegir, prefiero hacer el arrimamiento en lo alto de una montaña, tumbados de espalda sobre la hierba, mirando el cielo azul, los cúmulos, los pájaros, las ramas de los pinos y el viento que hace huuuu. 

Así que ya lo sabes, coge la mochila, el plumas (arriba hace frío) y vamos a la montaña. Yo te llevo el bocadillo de mortadela, tu bebida isotónica, mi ilusión y, si quieres, mi ternura.

(Mono: varias personas bidimensionales acostadas en el monte, y estrellas)

lunes, 4 de enero de 2016

Picoesquinas (continuación1)

Al rato se lo vio atravesando los soportales de la plaza mayor en dirección a la fuente central, cuya agua rebelde le salpicó los zapatos. Salió por el pórtico de la victoria y embocó la calle de la izquierda. Caminó doscientos metros (doscientas diecinueve yardas al cambio), atravesó tres calles y torció a su izquierda. Cruzó el paso de peatones detrás de la señora del carrito de la compra, a la que adelantó justo antes de llegar a la otra acera. Aquí torció a la derecha y continuó hasta la parada del autobús (el cincuenta y dos concretamente), donde aguardaban dos hombres (uno parecía extranjero) y siguió hasta la puerta del híper. No entró. Torció a su izquierda y embocó la calle ancha, que siguió por su bulevar central, sorteando los chiringos protegidos del sol con sombrillas de colores, la mayoría verdes (alguna morada, desentonando). Al llegar al párking torció por la bocacalle de la derecha y cruzó la avenida por el paso subterráneo (no utilizó la rampa para discapacitados sino las escaleras adyacentes). Salió de nuevo a la superficie, torció dos calles a su derecha, tres a la izquierda y luego otra a la derecha hasta enfilar el paseo marítimo, que siguió recto un cacho.