lunes, 28 de enero de 2013

Canalillo para paraguas con desagüe

¿A quién no se le han mojado los pies o las perneras de los pantalones los días de lluvia, incluso si lleva paraguas? ¿Hein? Vuestro silencio es la mejor respuesta: a nadie. Por eso he inventado lo que denomino "canalillo para paraguas con desagüe". Consiste en un canalillo circular hecho con pvc o material similar que se adapta a la zona inferior de la tela del paraguas. Así de sencillo. El agua que cae sobre la lona se recoge en dicho canalillo y se evacúa por un tubo de desagüe del mismo material situado en la parte posterior o trasera de nuestra marcha. Se evita de este modo el incómodo goteo de lluvia desde el borde y extremos de las varillas del paraguas que acaba empapando nuetros pinreles, pantalones o faldas largas. En el dibujo se señalan las partes más significativas del artilugio. A, canalillo; B, desagüe; C, lluvia sobre lona; D, señor seco. 

jueves, 24 de enero de 2013

El político honrado

Llevaba ya tiempo bajo sospecha. Era investigado, espiado, observado por la caterva de políticos corruptos del país. La presión se hacía cada vez más insoportable, las pruebas más evidentes, el cerco más estrecho. Las averiguaciones lo acusaban sin lugar a dudas: se trataba de un político honrado, un pésimo ejemplo para el resto de políticos corrompidos. Temiendo que lo detuvieran, huyó al monte. No podía escapar al extranjero pues su foto ya estaba en cada aeropuerto, en cada puerto, en cada puesto fronterizo. 

Se subió a un árbol, donde se ocultó, temeroso. Pensaba aguardar allí hasta que capeara el temporal. Pero alguien lo había seguido, y pronto vio asomar por las lomas la marabunta maloliente de políticos corruptos, que se acercaba tenaz. Llegaron al pie del árbol. Vociferaban indignados, lo insultaban, lo amenazaban, exigiéndole tomar el dinero, los chalets, los pisos, los coches, las cuentas en bancos suizos, los pagos en negro que le ofrecían con movimientos convulsivos de brazos y manos. Él los miraba aterrorizado, como mira el leopardo a las hienas que intentan arrebatarle la presa que ha cazado honradamente. 

Al final, impotentes para doblegarlo, se marcharon, no sin antes amenazarlo con crear comisiones de investigación, auditorías externas, internas e intermedias, exigiendo su dimisión y gritando frases como “no nos va a temblar la mano”. 

Y ahí sigue el político honrado, encaramado a la rama de su honradez e incapaz de bajarse del árbol por miedo a acabar ahogado en la capa de mierda que nos inunda.

(Foto: un pino en la subida a Peñalara, probablemente al que se subió el político honrado)

lunes, 21 de enero de 2013

Oír estrellas

No llegaste a ser ni recuerdo vivo, pero todo me recuerda a ti. Debe ser porque tú eres lo que me rodea: aire, monte, luz, instante... 

Es difícil oír a las estrellas. Yo a veces lo intento, y lo consigo. Hace falta mucha práctica para filtrar el ruido cósmico que nos inunda y seleccionar el de la estrella a la que dirigimos el oído. En noches despejadas de finales del mes de julio subo al monte de la pradera, tan mío, y aguzo el oído en dirección a la Osa Mayor. Me concentro y la oigo; allí está, mi niña. Oigo su sonrisa infantil, siento que me saluda y me reconforta creer que me perdona, necesito ser perdonado por ella. Cierro los ojos y la imagino junto a Alcor, el jinete de Mizar, cabalgando dichosa y libre por un universo sin fronteras ni tristezas que solo ella conoce. Luego desciendo al valle, solo. Sin ella y sin Luna, tan parecidas.

(Foto: Osa Mayor, con Mizar y su jinete Alcor, en el cielo mayrenero)

lunes, 14 de enero de 2013

lunes, 7 de enero de 2013

El clujío (historia de un pino carrasco)

Fue un quejido profundo surgido desde tus raíces sedientas al partirse tus últimas fibras de duramen en explosión seca; un clujío ronco y helador, semejante al de Munch si hubiera salido de una garganta humana. Luego la caída quebrando ramas ajenas, como intentando aferrarte a ellas, inútil, y el silencio final. 

Me acerqué a acariciar tu herida. 

No hubo más remedio, campeón. Sabes que soy un enamorado de los árboles, y de los pinos carrascos en particular. Sois duros como la piedra caliza entre la que crecéis, donde otras especies más exigentes son incapaces de resistir tanta austeridad. Sujetáis laderas en las que nada quiere vegetar, retorcidos, enanos, vivís con apenas unos vasitos de agua que el cielo os raciona con tacañería en estas tierras tan resecas, animáis paisajes grises con el color alegre de vuestras acículas, de vuestras piñas, cobijáis rebaños en los calores abrasadores del estío, sois juguete de los mitos que os recorren sin descanso, oteadero de mochuelos, soporte de nidos de currucas, y hasta aguantáis con comprensión a la incómoda procesionaria, empeñada en desnudaros buscando vuestro alma. 

Austeros, sí, pero no por gusto, no somos gilipollas, oye–, me decías y con razón. Si os dan agua y suelo como le damos a la noguera, podéis crecer tanto como ella, y superarla, y convertiros en auténticos campeones como tú lo eras. 
Tu historia está grabada en los anillos de tu herida. Los centrales, una veintena, enjutos, estrechos, irregulares, son testigos de tus inicios espartanos, duros, cuando Mayrena era todo monte. Luego llegó el pozo, el agua, la reconversión, los bancales, el riego... y claro, tú, tan próximo a un agua que el cielo te negó siempre, extendiste tus raíces para sustraerla de la que tan generosamente se llevaban los albaricoqueros de la guincha de al lado, mucho más pijos que tú en exigencias. Y creciste y engordaste orgulloso, quedando esa época de prosperidad reflejada en el resto de tus anillos, anchos, brillantes, hermosos como trullos, y en tu altura que superaba la de todos tus vecinos arbóreos. 
Luego el progreso, las nuevas técnicas, el ahorro de agua, de electricidad, lo moderno... ha podido contigo. El bancal del que te alimentabas fue excavado para convertirlo en balsa para el nuevo riego por goteo, y esa excavación cercenó tus raíces ladronas pero honradas. Nadie se dio cuenta al principio, no te quejaste, intentaste volver a sacar el agua de la reseca ladera con tus viejas raíces de juventud. Pero era poco líquido para tanto cuerpo. Tus acículas fueron marroneando, tu corteza desgajándose, los pájaros huyeron de tus ramas, te secaste y amenazabas con caer sobre la balsa quizás en un intento de beber muerto el agua que dejamos de darte estando vivo. Y de jodernos la balsa, claro, que costó un pastón.
Fue necesario, campeón. Te amarramos a otro pino para que cayeras contra natura, hasta en esto te fallamos, debe ser triste que ni siquiera te dejen morir hacia el lado que deseas morir. Te herimos con el "motosierro", dándote bocados, mordiscos por aquí y por allá,  partiste la cadena en un último dentellón de resistencia a desprenderte de la cuña definitiva... 
...y entonces escuchamos tu último clujío, que en mis oídos sonó como un ¡¡¡cabroneeees!!! 

Al acariciar ahora tu herida de más de sesenta anillos, te susurro, por si te sirve de consuelo, que has sido el padre y la madre del bosquecillo que nace a tu pie y que ahora crecerá con más luz, que tu abundante madera va a calentar muchos hogares, que has sido mi confidente durante años sentado junto a tu tronco, que fuiste cuna de cientos de pajarillos... Pero sé que te da igual lo que te cuente, ya pasas de todo y, si pudieras, creo que me talarías también a mí por los pies para que me enterase de lo que cabrea que te hagan esa putada.

(Fotos: 1 el momento del clujío y el hombre del "motosierro"; 2 los anillos; 3 el bulldozer; 4 el pino seco; 5 la cadena mordida)