lunes, 28 de mayo de 2012

Impotencia


Quiero meterme en tu cuerpo
tantas veces recorrido,
escalar tu piel por dentro,
acariciar tus heridas,
sentir tu dolor,
ser tú.

Buscar en ti y arrancarlo
ese grito que te inunda.

Hacerlo mío,
abrir con rabia
y romperla
la tenaza que te cierne,
liberarte de cadenas,
devolverte tu esencia.

No soporto el dolor
que tu dignidad disfraza
de sonrisa,
ver tu luna que se quiebra
y arrastra y quiebra la mía,
sin ti no tiene sentido.

(Foto: planta carnívora, Dionaea muscipula, de tu terraza)

jueves, 24 de mayo de 2012

Mateo mira


Mateo mira. 
¿Qué mira Mateo?
¿La cieca, la guincha,
el albercoquero?
Descubre; escudriña;
aprende Mateo. 

(Foto: Mateo, mirando)

lunes, 21 de mayo de 2012

Un año bisiesto


Las cuatro y diez de la tarde del día veintiuno de abril de un año bisiesto. Un meteorito, que lleva millones de años vagando por los espacios sidéreos, se ve atacado por la gravedad no necesariamente newtoniana de la Tierra, y se precipita sobre nuestro planeta en algún punto situado entre la población de Bullas y la rambla del Cura, en la provincia de Murcia (España). La explosión se escucha en Singapore y en Rawalpindi. La onda expansiva, nube de polvo y tsunami originados como consecuencia del impacto afectan, en principio, a acequias, aljibes, reguerones y guinchas locales, pero luego a luego se extienden por tierras, mares y continentes del mundo global y merkeliano. La prima de riesgo, esa cosa, se dispara. No hay muertos ni heridos, pero sí millones de cabreados (los daños colaterales, los llaman ahora). Los verdaderos culpables, todos ellos "personas importantes", se esconden, eluden su responsabilidad, exclaman aquello de "yonohesido", culpan a los de siempre: niños, ancianos, rivales políticos, ayatolas, binládenes y herencias recibidas. Alguno hay que incluso llega a culpar de todo al hecho de que sea un año bisiesto. Al final no dimite ninguno, para qué, miran para otro lado y siguen robando y forrándose como energúmenos.


lunes, 14 de mayo de 2012

Instrucciones para quitarse el pantalón


La acción de quitarse el pantalón debe realizarse estando de pie y generalmente de noche, antes de acostarse.

Comenzamos desabrochándonos el cinturón. Para ello, introducimos el dedo pulgar de la mano izquierda entre el pantalón y la barriga, contraemos esta para ampliar el hueco, y con la mano derecha tiramos del cinturón hacia delante y derecha, con objeto de liberar el clavo de la hebilla del agujero correspondiente del cinturón. Realizada esta operación, procedemos a desabotonar el botón superior de la bragueta, con la mano izquierda, mediante un hábil juego de los dedos pulgar, índice y medio de dicha mano.

En este preciso instante es cuando nos damos cuenta de que no nos hemos quitado los zapatos. Quitarse el pantalón sin descalzarse previamente es labor imposible. Nos sentamos en una silla o en la cama y nos descalzamos, generalmente primero del pie izquierdo y luego del derecho, y retomamos la operación donde la habíamos dejado.

Bajamos la cremallera de la bragueta con la mano derecha, liberando de este modo la cintura del pantalón con objeto de poder desplazar este hacia abajo. Sujetamos la cintura del pantalón con las dos manos, cada una en su costado, y bajamos ambas manos hasta la altura de las rodillas. Alzamos el pie izquierdo unos treinta centímetros, doblando la pierna, sin soltar la cintura del pantalón, de modo que permanecemos sobre un solo pie, el derecho, en una figura conocida como “a la pata coja”.

En este punto se produce el momento clave de la operación. Recordemos que estamos de pie, con el pantalón desabotonado, la cremallera bajada, a la pata coja y con la cintura del pantalón a la altura de las rodillas. Sin soltar de la mano izquierda la cintura del pantalón, vamos desplazando dicha mano hasta alcanzar y agarrar con ella la parte inferior de la pernera izquierda. Con un movimiento rápido, decidido, y echando el talón levemente hacia adelante, liberamos la pernera izquierda y apoyamos el pie izquierdo en el suelo, recobrando la estabilidad bipédica. Este movimiento debe ser seguro, aunque no enérgico, pues si no lo hacemos así corremos el riesgo de perder el equilibrio y ponernos a dar saltitos ridículos e incontrolados, desplazándonos sobre el suelo con un solo pie, con el grave riesgo de caernos de cabeza contra el espejo del armario.

En este instante, la situación es la siguiente: nosotros de pie, con la pierna derecha aún cubierta por la pernera de ese lado, la pierna izquierda liberada de su pernera, y nuestras manos agarradas a la cintura del pantalón. Ya solo nos queda liberar la pierna derecha de la pernera del mismo lado. Para ello invertimos nuestra patacojez asentando firmemente el pie izquierdo en el suelo y, alzando con decisión el derecho unos treinta centímetros, desplazamos el pantalón -que tenemos, recordemos, agarrado con las dos manos- hasta el pie derecho, liberándolo de la pierna y pie del mismo lado tal como ya hicimos en el caso de la pierna izquierda. El pantalón, liberado e independiente, se encuentra en este momento sujeto con nuestras manos a la altura de la cintura o algo más bajo. Ya solo nos queda colgarlo en la percha, o dejarlo doblado sobre la silla, y proceder a quitarnos la camiseta, que también tiene su tela. 

(Foto: una de las primeras fases de la operación, reflejada en el espejo del armario)

lunes, 7 de mayo de 2012

Escritos helicoidales


Frases escritas en hélice en el cilindro interior de cartón del rollo de papel higiénico, sin autor, donde nadie lee, donde las palabras, las frases se suceden libres de lógica o de gramática, o no, porque saben que ninguna pluma las dirige, las guía, las atilda, donde las letras se juntan a su libre albedrío para formar palabras que solo ellas quieren componer, como bejaraque, albisterio, stakata peurreut, jungre, y otras no menos bellas, sin subjuntivos ni conjunciones copulativas que las aprisionen, palabras y frases que se deshacen nada más formadas para enlazarse de otro modo, con o sin sentido, como un corro de la patata caótico y caleidoscópico precioso, una helicoide que gira, oculta, al ritmo de deposiciones y limpiadas sucesivas. Las letras interiores, las más sinceras, las que surgen del fondo del alma. Nunca pensé que el cilindro de cartón final del papel higiénico, el alma, pudiera encerrar tanta belleza, tanta libertad, hasta que un día, antes de condenarlo al cubo de reciclaje, me detuve a leer o imaginar: "Bullas Tierra que le se precipita sobre cuatro y diez de un año bisiesto lleva millones..." 

(Foto: cartón interior de rollo de papel higiénico conteniendo relato escrito helicoidalmente)