lunes, 23 de abril de 2012

La sámara y el brezo


Se desprende del olmo, esperanzada. Gira sobre su ala, como una mariposa o una bailarina de ballet, intentando alejarse al compás de la brisa, encontrar un pedacito de tierra fértil y poder allí germinar. Enamorada de esa tierra que no conoce, su ala dibuja una especie de corazón. Piensa en la semilla que lleva dentro, en que algún día se convertirá en árbol frondoso para inspiración de poetas, comida de galerucas y nido de alcaudones. 

Y así vuela ilusionada, cae mecida por el viento, se aleja, puede que hasta cante (o tararee) alguna canción de esas que cantan las sámaras de los olmos. 

Ya está en el suelo. Mira a su alrededor, y no le gusta lo que ve: está rodeada por cientos, miles de sámaras iguales a ella, que también soñaron y volaron como mariposas. La competencia. Además, ha caído sobre una fea baldosa, estéril, sucia, donde no encontrará tierra ni sustento para medrar. Mala suerte, piensa. 

Quiere huir de allí. Levanta un poco el ala, y basta una breve brisa para elevarla en el aire de nuevo. Se balancea, sube, baja, se dirige, cambia, flota, se mece, se aleja, suspira, canturrea de nuevo (¿cómo serán las canciones de las sámaras?), piensa, sueña, mira. Ya está lejos de la baldosa, recoge su ala con un movimiento coqueto, como el de una mujer que se baje una falda rebelde (Marilyn Monroe), y se deja caer. Este puede ser un buen lugar. 

Pero queda presa, no sabe si por un fallo en su cálculo, una última racha de aire no prevista o los designios y piruetas del destino, presa digo y prendida de la rama de una valla de brezo. Se debate, se agita, llora, patalea, intenta liberarse para continuar su vuelo, tiene que haber otras oportunidades. Pero el brezo no la suelta, no se sabe si por envidia o por amor. Seguramente será por amor, es tan frágil la sámara... Y con esa forma de corazón... Los brezos son así, caprichosos y enamoradizos. Y allí muere la sámara, con la inútil semilla entre sus alas, víctima vertical de un amor que no era el suyo, entre los arrullos de un brezo no deseado.

Ni poetas ni galerucas ni alcaudones.

(Foto: sámara de olmo en brezo)

13 comentarios:

  1. La vida es verbo y las circunstancias sus complementos.

    Y tu mirada, la de un poeta.

    Azarosa vida la de la sámara.

    ResponderEliminar
  2. Hermosa imagen, hermosas imágenes pintadas con palabras. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Efectiviwonder, rivalizando con las mariposas. Es que con esa forma de corazón ¡quién no se enamora!

    Pienso, pero, que el brezo la reserva esperando esas lluvias que le permitan nadar hasta tierra fértil y recién regada.

    Y si no, pues viene Elzéard la pilla y la planta ¡Jum! ;¬)


    Pretau,
    Esteve

    ResponderEliminar
  4. Hola!

    Diego, qué preciosidad de texto :)

    Pienso que hay veces que la vida no tiene por qué multiplicarse, quizás la sámara no debía haber llorado tanto ni intentado librarse del brezo, quizás el brezo quería besarla y ella no supo ver esos besos.. Quizás sólo era parte de su camino, como dice Esteve, y que al cabo de un tiempo podía llegar a ser fértil.

    No se sabe nunca por dónde nos llevan los caminos de la vida, las decisiones que tomamos. La sámara no hubiese llegado al brezo si no se hubiese levantado del suelo, si no hubiese volado cual mariposa, quizás si no hubiese cantado :)

    Un beso especial para tí, Diego :)

    Besos para los demás :)

    ResponderEliminar
  5. Yo pienso como Esteve y Ana María. Seguramente el viejo brezo ha atrapado a la joven sámara solo para darle unos besos y soltarla después. Sabe el brezo que la sámara no es para él. Y a la sámara yo no la veo tan a disgusto, los abrazos breceros son muy cálidos :) Diego, vuelve donde hiciste la foto y verás que ya voló la sámara. Otra cosa es que haya encontrado otros abrazos más adecuados. A lo mejor hasta añora a su viejo brezo...

    ResponderEliminar
  6. Se me olvidó firmar, no conozco muy bien la técnica. Esther.

    ResponderEliminar
  7. Tengo la seguridad de que tu has echado una mano al destino, poeta.

    ResponderEliminar
  8. Hermosa y triste metáfora. Bueno, triste para la sámara, que soñaba otros mundos. Feliz para el brezo, con la delicada bailarina entre sus brazos.
    Como la vida misma.
    Pocas veces estamos contentos con lo que nos depara la vida.
    Me gustó, Diego, mucho.
    Besos besos

    ResponderEliminar
  9. Hola!

    Esther, para que salga tu nombre tienes que identificarte con una cuenta de gmail (no sé si hay opciones a otras cuentas, la verdad), y entonces aparecerá tu nombre arriba, como en todos :)

    Besos :)

    ResponderEliminar
  10. Ya cada vez que vea una sámara atrapada por el brezo seco de alguna valla, la cogeré liberándola para poetas, alcaudones y hasta galerucas.

    Supongo que será alguna con notas para viento la que tararean

    Tan mágica como siempre Mayrena.

    ResponderEliminar
  11. Ahora acabo de darme cuenta que un poeta no sube al monte a mirar las nubes, sino a observar todo, hasta lo más pequeño, hasta lo más frágil, como la sámara y prestarle un corazón por un ratito. Así te he visto.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. No sabía que esta hojita se llamase sámara. Curioso. Y curioso también el ponerse en su "piel" y sentir en el paladar el agridulce de la vida, como, mientras dura su vuelo, su imaginación vuela con ella pero como a la vez, no es capaz de conducir ese vuelo a su voluntad.
    Me ha parecido un relato muy sutil y bien compuesto. Te felicito. Y no lo tomes a peloteo ahora cuando leas lo que vengo a decirte, realmente el relato me ha encantado.

    Como a algunos de tus compañeros que veo por aquí, vengo a invitarte a la iniciativa que tengo activa en mi blog referente al libro Maldita, de Mercedes Pinto. Se de primera mano que tú también te enamoraste de Kuaima, y quiero que ahora, nos enamoremos juntos de Lucía. Hayas leído o no Maldita, pásate y le echas un ojo. Podrás llevarte un regalito y además, haremos feliz a Mercedes.
    Besos
    Lupa

    ResponderEliminar
  13. Qué sensación me has dejao... me siento sámara desubicada, con un sueño sin cumplir, entre las demás sámaras indignadas que deambulan por nuestras ciudades.

    abrazos para ti

    ResponderEliminar