viernes, 16 de mayo de 2008

El duendecillo poeta

Yo era entonces un niño, rondaba los siete años, y me gustaba mirar la luna llena cuando iluminaba mis noches manchegas. Solía mirarla desde el jardín de la casa de mi abuelo, sentado en un poyo que había en la parte posterior de la vivienda, un lugar oscuro donde la luz de la luna llegaba con toda su intensidad. A mi alrededor, plantas diferentes que no conocía, y el canto de muchos grillos. Me entretenía mirando los pétalos blancos de las flores caídos en el suelo. Reflejaban la luz de la luna, y despertaban mi imaginación de niño que empieza a soñar.

Una noche estaba mirando los pétalos blancos, imaginando historias, cuando me pareció que sobre uno de ellos había algo que se movía de un lado para otro. Tenía vida, era muy pequeño, y parecía estar escribiendo sobre el pétalo con una acícula de pino impregnada en polen. Me acerqué más, y aquel diminuto ser, al sentirse observado, saltó y se escondió entre la hojarasca, asustado. Pero me dio tiempo a ver que era un pequeñísimo duendecillo, no más grande que un escarabajo pequeño, con un sombrero verde.

Recogí el pétalo y, acercándolo al rayo de luna más gordo que encontré, pude leer lo siguiente, escrito en una diminuta letra de color amarillo:

Mira en el cielo azul
con manchas blancas de nubes.
En las nubes, a lo mejor
hay unos pequeños seres
que cantan muchas canciones,
juegan a juegos bonitos,
y se llaman los purritos.
Los purritos son...

Sentí haber interrumpido al duendecillo en su labor creativa. A pesar de mi corta edad, me di cuenta de que eran unos versos sencillos, llenos de ingenuidad y frescura, sin duda escritos por un duendecillo niño, como niño era yo entonces. Las noches siguientes, y muchas más noches de luna llena, volví para ver si reaparecía mi duendecillo niño y seguía escribiendo su poema inacabado. Pero nunca lo volví a ver. Busqué muchas veces entre los pétalos caídos por si alguno estaba garabateado de amarillo. Pero todos lucían blancos como la luna llena.

Y aún hoy, después de muchos años, cuando veo algún pétalo blanco en el suelo, lo miro y remiro por ver si hay algo escrito en él. Porque ése duendecillo niño existe, de eso estoy seguro.



(Foto: pétalos caídos de una mata de jara pringosa, Canencia)

2 comentarios:

  1. No vuelvas a hacerme esto de colocar cosas con fecha antigua...

    No vuelvas a hacerme leer todo el blog...

    Muy tierno.

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  2. Ese duendecillo eras tú, ese niño eres tú. :)

    Un abrazo de lechuza

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